Una, en su eterno espíritu de malvavisco, no es muy dada a estas cosas, pero aquí estoy, a pesar de los pesares. Mírame, mamá, vuelvo a hablar con desconocidos, como cuando era pequeña. Sé que mañana no me voy a sentir diferente que ahora (o que entonces), que esta noche es para mí casi como cualquier otra (aunque aderezada con tarta de queso de la buena), que no echaré hoy mi última partida de Dixit en familia y que las mejores celebraciones de este año posiblemente ya hayan pasado. Sin embargo, tengo que reconocerle al 2012 el mérito. O quizás no, porque es un poco de locos culpar de algo o agradecer nada a un periodo de días concreto marcado en un calendario. Un saludo especial a la gente que pasó el 21 de diciembre en un búnker: un mundo en el que solo sobrevivierais vosotros tampoco te creas tú que era como para llorar por perdérselo, pero me enternecéis mucho con vuestros ojos saltones y vuestro empeño en que todo se vaya a la mierda, aunque no haya pruebas científicas de ello. Os contaré algo: no nos ha tragado una ola gigante, y muchos días al leer las noticias me habría apetecido, pero en el fondo el 2012 ha sido un año macanudo. Lo digo solo porque nunca encuentro el momento para usar esta palabra de niña transatlántica que me gusta tanto. Me recuerda una barbaridad al mono que entró con un abrigo en Ikea y, qué queréis que os diga, con un máster recién acabado y una licenciatura a mis espaldas, sigo siendo simple como una maceta y sonrío cuando lo veo. Además, el condenado bicho tenía un aire a Gwyneth Paltrow en una de mis películas favoritas.
Anécdotas tontas sobre animales y estudios a los que les dices adiós con la manica porque nunca volverán aparte, creo que este año ha sido el más increíble, estresante, abrumador e interesante en mucho tiempo. Chúpate esa, 2011. Di mi primera ponencia en el Fun4All con mucha gente respetable delante, empecé a trabajar para el equipazo de Airbnb, saqué resultados en pruebas que casi me hacen llorar, traduje mis primeros videojuegos para Wii, DS, Xbox 360 y PS3, recibí correos del todo inesperados, me enfrenté al mundo de la fiscalidad con la ayuda de Google, escribí 82 páginas de trabajo final (que para mí es mucho), cumplí mi sueño de traducir una novela de ciencia ficción buena de verdad, conocí a muchísimos profesionales admirables y conseguí convencer a algunos de mis clientes de cosas que a veces parecen imposibles.
Y, a pesar de esa lista de buenas noticias, me quedo con lo importante. ¿Qué es eso? Es pensar que, joder, qué lleno de grandísimos hijos de fruta está el mundo y qué suerte tengo de no rodearme de ellos. Es dejarte la espalda 5 horas en un hospital solo por ver a tu sobrina por primera vez y a tu cuñada sonriendo. Es ver a tu hermana y a tu cuñado imitarse entre ellos mientras comes y secarte las lágrimas de risa con la servilleta. Es un momento cualquiera capturado por tu hermano. Es que tus padres te digan que se parten con Sheldon y Amy y te des cuenta de la suerte que tienes. Son las noches hablando con tu suegra y las pelis de vaqueros de tu suegro. Son las risas con tus cuñados con un pan de la casa de por medio. Es recibir un correo al día de Yeyu, Olli y Curri. Son Manuel, José Luis, Ángel y Pablo confiando en ti casi a ciegas, a pesar de que algunas cosas no salgan. Es Almudena enviándote un lobo y haciéndote sentir irremplazable, aunque no lo seas. Es toda la gente interesante que conoces gracias a Tumblr. Es el equipo de la revista Traditori, especialmente Eva por su tremenda paciencia. Son los chicos del ENETI y del WeTAV demostrándote que deberías ser menos vaga. Son todos los que se acercaron a decir hola en el Fun4All y en el ETIM. Y los que hicieron más que eso, como Isma, Pat, Rocío y Pilar. Es Álvaro apareciendo de la nada en cualquier evento. Es su tocayo marchándose a París a por el trabajo de su vida como si nada. Son los nachos del Girona. Es Crispie regalándote un abrazo y una tarta y Adi hablándote de su larva mientras se ríe. Es Claudia, eterna compañera de barca, poniendo cordura en sitios donde no creías que pudiera haberla. Son Iris y Aitor, mi familia. Son todos los que me han alegrado el año, aunque no los nombre. Es, siempre y por encima de todo, el señor que firma el dibujo que veis abajo y que pensará que “joder, Nieves, en vez de estar lista para irnos puntuales estás escribiendo moñadas en tu blog para gente que lo que quiere es irse a comer gambas y uvas”, y hay que darle la razón.
En definitiva, que esto de coleccionar años va de sobrevivir sin perderse mucho a uno mismo. Adaptarse al medio sin volverse un depredador o convertirse en un cretino, que es lo más sencillo. No decir eso de “yo es que soy así” e irte a dormir tan tranquilo. Si hay algo que le pido a los próximos 365 días es que en todo ese tiempo no olvide que esto que os cuento aquí arriba no es gratis. Que no es fácil y no todo el mundo lo tiene, y no será por no empeñarse. Que es más gracias a los demás que a mí. Te pido, 2013, que no me conviertas en alguien que solo vea el lado positivo de la vida si eso significa hacer como que el negativo no existe para los demás. Te pido unos diputados que no jueguen a Apalabrados mientras levantan la mano para mandar años de lucha obrera al carajo. Te pido seguir siendo Nieves, la que se frustra, se agobia, llora, lo pasa mal y piensa que todo es una mierda, y encima te lo cuenta. La que no cree en ningún Dios ni demasiado en la humanidad, la que opina que el mundo realmente está muy mal, la que se indigna, la que parece que siempre está de mal humor y la que dice cosas que no gustan a todos. Te lo digo en confianza, 2013, porque tú que me conoces sabes que aun con todo, me pesa más lo bueno. Porque me entenderás bien cuando te deje una frase y una canción y me vaya por la puerta, hasta la próxima.
Things that are personal have flaws, they have vulnerabilities. If you don’t see a vulnerability in somebody, you’re probably not relating with them on a very personal level. - Jonathan Blow